Durante los meses que ha durado nuestro curso de esencias florales hemos atravesado un hermoso campo de flores, flores silvestres la mayoría…sencillas…de colores variados.
De Guadalix a Galapagar con lluvia…nieve…nubes…sol y sombras. De Galapagar a Guadalix con algo más de luz tras las sombras.
Estas pequeñas flores del campo han ido entonando los colores de mi alma de blanco, amarillo, rojo, violeta…resonando con mis emociones más profundas, elevando mi personalidad hacia la luz desde sus signaturas de color.
Bach buscaba una herramienta con la que pudiésemos sanarnos a nosotros mismos, fácil de entender y sencilla de aplicar, que no precisara de conocimientos médicos para su uso, que todos pudiésemos tener en el botiquín de casa.
Bach consiguió mucho más que eso: consiguió un sistema de esencias florales con las que apoyarnos en nuestro crecimiento y evolución personales, en los momentos de cambio; con el que poner en el consciente lo que desde el incosnciente nos perturba, nombrar lo emocional y atravesarlo.
El sistema floral de Bach se convierte en un catalogo de las emociones humanas básicas obligándonos a tomar conciencia de nuestras 38 caras emocionales…nos obliga a pensar, matizar, poner palabras a aquello que sentimos, a ordenar nuestras emociones, a observarnos y poner distancia… Y en dicho trabajo de auto-observación y toma de distancia aparece la Presencia… aparece el observador y con ello la identificación con el ego comienza a perder fuerza creándose un resquicio para Luz de la Conciencia.
La Conciencia es el verdadero agente del cambio, pero son las flores las que dándonos la posibilidad de aflojar el ego permiten que esta aparezca. No de golpe, de poco en poco, como los relámpagos en medio de la tormenta iluminando nuestro camino de vez en vez, obligándonos a avanzar pasito a pasito en la oscuridad.
A lo largo de estos meses en los que he hecho camino, unas veces a sesenta, otras a más de ciento veinte, en los que he atravesado dehesas y paisajes de montaña…en los que incluso varias veces me he perdido…a lo largo de estos meses he pasado siempre, siempre, por la puerta de una urbanización del Escorial en la pasábamos los veranos cuando yo tenia alrededor de cinco años. Siempre he tenido recuerdos de ese verano…siempre me gustaron los jardines y columpios de la urbanización y de mayor al pasar por delante siempre me venían imágenes de ese verano…y lo curiosos es que de forma preferente recuerdo las cosas que no me gustaron...
...Al pasar estos meses una vez tras otra por delante de la puerta, sigo viendo sus jardines, y en la piscina me sigue llamando la atención el grupo de sauces llorones que cubren con sus verdes ramas el agua azul…en aquel momento era mi árbol preferido…durante muchos años lo ha sido…lo he dibujado muchas veces de forma distraida y sin prestar atención… mientras hablaba por teléfono…en una conversación en el bar de la facultad…pero nada es casualidad…
Recordemos quien es Willow:
Willow es un habitante del país de los pequeños que vive tranquilo en su aldea junto a su familia. Un buen día por caprichos del destino se encuentra una princesa-bebe abandonada en una cesta en el río y la recoge inocente y amorosamente. Ya que ha sido él su salvador se le asigna la inopinada tarea de trasladar a la pequeña princesa a un lugar seguro, pues la profecía dice que con ella llegará la Luz al reino, ahora sumido en la oscuridad. La tarea se le hace monstruosamente grande, se resiste, pero no le queda más remedio que llevarla a cabo, eso si con inmenso resentimiento e intentando zafarse a cada instante. Willow, que en el fondo es un aprendiz de mago, va recibiendo ayudas por el camino, nunca está solo, siempre esta protegido, pero le cuesta verlo. Al final la promesa se cumple y su hazaña contribuye a devolver la Luz al reino y todas sus peripecias y sinsabores cobran sentido. Y el camino recorrido se convierte en un viaje iniciatico que le conecta con el propósito de su existencia: reconocer en su interior el mago que ya era.
Ya lo sabemos, nunca estamos solos, en este caso tampoco. Willow es un tremendo apoyo cuando tenemos que enfrentarnos al resentimiento y la amargura que invaden nuestra alma, cuando esta colapsa nuestra vida y la bilis nos sube al corazón.
Willow nos anima a disfrutar más de la existencia haciendo posible que veamos aquellas pequeñas cosas que la hacen fácil y agradable pero que en estado negativo pasamos por alto. Así mismo nos ayuda a liberar los sentimientos negativos asociados a antiguas perdidas o fatalidades.
Willow nos conecta con la propia responsabilidad y al pensamiento constructivo. Nos permite ser conscientes de que somos responsables de todo lo que nos pasa y tomar las riendas de nuestra vida permitiéndonos encontrar el aspecto positivo en las situaciones difíciles para posteriormente recrearlas con el poder de la atención y desde la intención.
Cuando liberamos nuestra energía retirándola del pasado que nos causa el sentimiento de amargura, únicamente porque todo sucedió de manera diferente a como esperábamos y reconocemos que todo es perfecto tal como es, como fue, recobramos la capacidad de manifestar lo que elegimos vivir en cada momento, pues liberamos el tercer chakra y su poder, convirtiéndonos en los seres creadores que realmente somos.
Ahí reside la vital importancia de soltar las ataduras con nuestro doloroso pasado, para poder reciclar la energía que destinamos a mantener el enganche y crear en el aquí y el ahora la vida perfecta que elegimos vivir.
Porque únicamente en el aquí y el ahora vivido con plena atención está la llave a un nuevo futuro libre de las cargas y condicionamientos del ayer.
Para concluir, solo recordar que lo que está fuera es un reflejo de lo que está dentro, así que si lo que llevamos es un lastre de un momento anterior en nuestra vida esa experiencia nos volverá una y otra vez.
Soltémosla para darnos a nosotros mismos la oportunidad de atraer cosas nuevas y con una vibración más alta.
En este sentido es en el que somos responsables de nuestra existencia, de lo que construimos y de nuestra experiencia en el mundo.
De Guadalix a Galapagar con lluvia…nieve…nubes…sol y sombras. De Galapagar a Guadalix con algo más de luz tras las sombras.
Estas pequeñas flores del campo han ido entonando los colores de mi alma de blanco, amarillo, rojo, violeta…resonando con mis emociones más profundas, elevando mi personalidad hacia la luz desde sus signaturas de color.
Bach buscaba una herramienta con la que pudiésemos sanarnos a nosotros mismos, fácil de entender y sencilla de aplicar, que no precisara de conocimientos médicos para su uso, que todos pudiésemos tener en el botiquín de casa.
Bach consiguió mucho más que eso: consiguió un sistema de esencias florales con las que apoyarnos en nuestro crecimiento y evolución personales, en los momentos de cambio; con el que poner en el consciente lo que desde el incosnciente nos perturba, nombrar lo emocional y atravesarlo.
El sistema floral de Bach se convierte en un catalogo de las emociones humanas básicas obligándonos a tomar conciencia de nuestras 38 caras emocionales…nos obliga a pensar, matizar, poner palabras a aquello que sentimos, a ordenar nuestras emociones, a observarnos y poner distancia… Y en dicho trabajo de auto-observación y toma de distancia aparece la Presencia… aparece el observador y con ello la identificación con el ego comienza a perder fuerza creándose un resquicio para Luz de la Conciencia.
La Conciencia es el verdadero agente del cambio, pero son las flores las que dándonos la posibilidad de aflojar el ego permiten que esta aparezca. No de golpe, de poco en poco, como los relámpagos en medio de la tormenta iluminando nuestro camino de vez en vez, obligándonos a avanzar pasito a pasito en la oscuridad.
A lo largo de estos meses en los que he hecho camino, unas veces a sesenta, otras a más de ciento veinte, en los que he atravesado dehesas y paisajes de montaña…en los que incluso varias veces me he perdido…a lo largo de estos meses he pasado siempre, siempre, por la puerta de una urbanización del Escorial en la pasábamos los veranos cuando yo tenia alrededor de cinco años. Siempre he tenido recuerdos de ese verano…siempre me gustaron los jardines y columpios de la urbanización y de mayor al pasar por delante siempre me venían imágenes de ese verano…y lo curiosos es que de forma preferente recuerdo las cosas que no me gustaron...
...Al pasar estos meses una vez tras otra por delante de la puerta, sigo viendo sus jardines, y en la piscina me sigue llamando la atención el grupo de sauces llorones que cubren con sus verdes ramas el agua azul…en aquel momento era mi árbol preferido…durante muchos años lo ha sido…lo he dibujado muchas veces de forma distraida y sin prestar atención… mientras hablaba por teléfono…en una conversación en el bar de la facultad…pero nada es casualidad…
Recordemos quien es Willow:
Willow es un habitante del país de los pequeños que vive tranquilo en su aldea junto a su familia. Un buen día por caprichos del destino se encuentra una princesa-bebe abandonada en una cesta en el río y la recoge inocente y amorosamente. Ya que ha sido él su salvador se le asigna la inopinada tarea de trasladar a la pequeña princesa a un lugar seguro, pues la profecía dice que con ella llegará la Luz al reino, ahora sumido en la oscuridad. La tarea se le hace monstruosamente grande, se resiste, pero no le queda más remedio que llevarla a cabo, eso si con inmenso resentimiento e intentando zafarse a cada instante. Willow, que en el fondo es un aprendiz de mago, va recibiendo ayudas por el camino, nunca está solo, siempre esta protegido, pero le cuesta verlo. Al final la promesa se cumple y su hazaña contribuye a devolver la Luz al reino y todas sus peripecias y sinsabores cobran sentido. Y el camino recorrido se convierte en un viaje iniciatico que le conecta con el propósito de su existencia: reconocer en su interior el mago que ya era.
Ya lo sabemos, nunca estamos solos, en este caso tampoco. Willow es un tremendo apoyo cuando tenemos que enfrentarnos al resentimiento y la amargura que invaden nuestra alma, cuando esta colapsa nuestra vida y la bilis nos sube al corazón.
Willow nos anima a disfrutar más de la existencia haciendo posible que veamos aquellas pequeñas cosas que la hacen fácil y agradable pero que en estado negativo pasamos por alto. Así mismo nos ayuda a liberar los sentimientos negativos asociados a antiguas perdidas o fatalidades.
Willow nos conecta con la propia responsabilidad y al pensamiento constructivo. Nos permite ser conscientes de que somos responsables de todo lo que nos pasa y tomar las riendas de nuestra vida permitiéndonos encontrar el aspecto positivo en las situaciones difíciles para posteriormente recrearlas con el poder de la atención y desde la intención.
Cuando liberamos nuestra energía retirándola del pasado que nos causa el sentimiento de amargura, únicamente porque todo sucedió de manera diferente a como esperábamos y reconocemos que todo es perfecto tal como es, como fue, recobramos la capacidad de manifestar lo que elegimos vivir en cada momento, pues liberamos el tercer chakra y su poder, convirtiéndonos en los seres creadores que realmente somos.
Ahí reside la vital importancia de soltar las ataduras con nuestro doloroso pasado, para poder reciclar la energía que destinamos a mantener el enganche y crear en el aquí y el ahora la vida perfecta que elegimos vivir.
Porque únicamente en el aquí y el ahora vivido con plena atención está la llave a un nuevo futuro libre de las cargas y condicionamientos del ayer.
Para concluir, solo recordar que lo que está fuera es un reflejo de lo que está dentro, así que si lo que llevamos es un lastre de un momento anterior en nuestra vida esa experiencia nos volverá una y otra vez.
Soltémosla para darnos a nosotros mismos la oportunidad de atraer cosas nuevas y con una vibración más alta.
En este sentido es en el que somos responsables de nuestra existencia, de lo que construimos y de nuestra experiencia en el mundo.
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