Se habla de terapias alternativas o medicina alternativa para referirse a una serie de procedimientos empleados con el fin de curar o mejorar a las personas, pero que no son aceptadas por la medicina convencional por la falta de evidencias científicas de los resultados alcanzados, ya que su eficacia no se ha podido probar consistentemente.
En todo caso la gran mayoría del cuerpo médico no tiene problema en que se usen estas terapias siempre que sean en combinación con la medicina tradicional. Aún menos inconvenientes presentan, si se usan una vez que la medicina tradicional no ha encontrado un camino de curación válido para el paciente, siendo incluso ellos mismos los que llegan a recomendar su uso en estos casos.
Podemos darnos cuenta de que la diferencia entre medicina o terapia complementaria, y medicina o terapia alternativa, es una cuestión de uso. En el primer caso se estarían utilizando simultáneamente junto al tratamiento convencional, y en el segundo en lugar de este.
Tenemos un ejemplo claro de esto en las sesiones de Reiki que se dan en algunos hospitales de Madrid a los pacientes que están recibiendo sesiones de quimioterapia. En este caso el Reiki estaría siento administrado como terapia complementaria. En el caso de que el paciente decidiera prescindir de la quimioterapia, este mismo tratamiento de Reiki se convertiría en terapia alternativa.
La evidencia clínica de que un tratamiento funciona se obtiene tras la realización de una serie de estudios experimentales en los que se usa a la población que está siendo tratada con dichos procedimientos, y en la que se controlan las otras variables intervinientes, de forma que se pueda aislar la "variable tratamiento". Esta población tiene que estar formada por un número de sujetos suficientes.
Una de las condiciones que hay que cumplir, para que los resultados de un estudio se consideren válidos en el ámbito científico, es que el experimento se pueda replicar, es decir, se pueda repetir y que en las mismas condiciones, se obtengan los mismos resultados.
Además la realización de estos estudios conlleva costes económicos.
Simplemente con esto podemos entender que la comunidad científica considere que los resultados de las terapias alternativas no están lo suficientemente validados, ni son fiables en el porcentaje suficiente. Aunque en cualquier terapia o tratamiento, sea alternativo o no, siempre vamos a tener que hablar de porcentajes de eficacia, o incluso de perfiles de población con mejor respuesta. Lo cual no las invalida ni les resta importancia en la práctica en el caso de las convencionales.
Sabemos que todos no nos curamos o mejoramos con lo mismo. Respecto a los tratamientos (convencionales) sobre los que se realizan estudios, sabemos que la eficacia probada en cierto nivel de porcentaje de los tratamientos en laboratorio o en condiciones de experimentación, varia en la práctica clínica, en el caso particular del sujeto de a pie no experimental.
Dada la dificultad para seguir los protocolos experimentales habituales, por ejemplo, trabajar con muestras lo suficientemente amplias, quizás se deberían arbitrar otro tipo de protocolos para contrastar la eficacia de estas terapias (las alternativas) que por el momento no entran dentro de las técnicas admitidas por la medicina oficial. Porque en general, usadas de la forma correcta y por personas bien formadas en la materia, ayudan apoyando al organismo en su conjunto en la recuperación, no solo de los procesos de enfermedad, si no en muchos casos de los efectos secundarios negativos de terapias convencionales más intrusivas y agresivas.
Incluso se da el caso que algunas de estas terapias han sido desarrolladas por doctores en medicina que han visto la necesidad de un tipo de abordaje diferente de los procesos que nos enferman, abordajes que, siguiendo el principio médico de no dañar, aminoren los daños y añadan comprensión sobre lo que le está sucediendo a la persona en su conjunto. A la persona como sistema amplio, más que a la persona como cuerpo dividido en secciones desconectadas entre sí.
Este es el caso, por ejemplo, de la homeopatía, creada alrededor de 1794 por el Dr. Christian Friedrich Samuel Hahnemann, médico alemán que decía que (tal y como se practicaba en aquellos tiempos) la medicina causaba más sufrimiento que beneficio al paciente.
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Dr. Edward Bach |
O de la terapia floral creada por el médico ingles Dr. Edward Bach, que poseía numerosos títulos académicos y era especialista en patología y bacteriología. Bach creía que el estado mental podía tener un efecto muy poderoso y directo sobre la salud física, tal y como hoy está demostrando la neurociencia.
Él aspiraba a un enfoque más holístico de la medicina, y se sentía insatisfecho con la forma en que los médicos se centraban en la enfermedad y hacían caso omiso de la persona en su totalidad. Bach, que trabajaba con bacterias en la creación de vacunas, quería encontrar remedios más puros y menos dependientes de los productos farmaceuticos.
Y más recientemente el biomagnetismo médico, descubierto en 1988 por el médico mejicano Dr. Isaac Goiz Duran.
Estos casos solo pretenden ser ejemplos de que las terapias alternativas surgen en muchos casos como resultado de mentes científicas bien formadas que siguen haciéndose preguntas, nuevas preguntas, y buscan nuevas respuestas a problemas que consideran aún sin resolver. Mentes científicas bien formadas que no se conforman con lo que ya saben, y que se salen del camino trazado por los intereses de los laboratorios, o por la autoridad del saber oficial y mayoritario.
Estas terapias no suelen estar avaladas por los grandes laboratorios, las firmas farmacéuticas o las universidades, porque surgen de personas libre pensadoras e independientes que se atreven a iniciar solas un nuevo camino. Pero esto no hace que estas terapias no ayuden de verdad, a las personas que, al igual que sus creadores, busquen otros caminos para encontrar su mejoría y su salud. Un camino diferente, en ocasiones más natural, más global, en el que se reconozca la sabiduría propia del cuerpo para recobrar su estado de equilibrio original. Y se tenga en consideración a la persona en su totalidad, mente, cuerpo, y espíritu, en interrelación. Y en interacción con un todo aún más amplio.
Aún así hay muchos caminos para todo, incluso para curarnos. Deberíamos poder ser libres de elegir cada uno el nuestro, el que más confianza nos ofrezca, y el que más en coherencia esté con nuestra forma de vida y de ver el mundo.
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